martes, 9 de noviembre de 2010

La llama

Leer es una llama.
El libro que estoy leyendo me aguarda ahí, en la mesa, apagado. Al leerlo lo enciendo.
Si yo no lo encendiera, él no brillaría. Los libros no son películas: no arden en salas vacías, sin ojos espectadores. Los libros no son músicas: no suenan por error o por descuido, no se escuchan en radios que nadie oye, no hacen ruido de fondo. No son esculturas ni pinturas, tan quietas y abandonadas, tan ellas mismas pese a todo.
Los libros son luces apagadas. Mi libro me necesita para encenderse. Ahí está, cerrado y en apariencia inofensivo. 
Sólo en apariencia: deja que alguien lo lea y el libro arda, y verás cómo quema y cuánto alumbra. Y cuando así sucede, ni el agua ni el fuego logra extinguirlos: lo saben todos los tiranos. Apagar un libro consiste en no leerlo. Haz este experimento: déjalo a merced del viento, que el aire hojee sus páginas. ¿Qué sucede? Nada. No se enciende. No pide ser abierto sino leído.
Sólo nosotros podemos encenderlos. La llama que enciende todos los libros está en nuestros ojos. Vamos por ahí, tan tranquilos, nos despertamos y volvemos a acostarnos, contemplamos la tele o un rostro querido, un espejo o unas nubes, lo vemos todo sin encender nada, sólo los libros arden con la mirada. No sabemos cuántos libros encendemos al cabo del tiempo, cuántas páginas han ardido bajo nuestros ojos. Si te pones a pensar, no hay nada más extraño que leer. Vas leyendo y vas alumbrándote. Te gusta lo que lees, y te incendias.
Jose Carlos Somoza

lunes, 8 de noviembre de 2010

Ojos.......

No hay nada mas interesante que los ojos. ¿Ya miraste a los ojos de la otra persona? De la persona amada y no amada. Del amigo y del conocido. Del jefe y del compañero de trabajo. De un niño y un anciano. Los ojos emiten una energía que es la misma energía del alma, por eso son conocidos como las ventanas del alma. Cuando miro en los ojos y dejo que los otros miren en mis ojos, estoy abriendo puertas hacia un mundo de comprensión y amor.
Pablo Neruda

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Cicatrices de la vida

De pronto, de las sombras surgió una lumbre, una serpiente esfumada, y, detrás, un hombre ceniciento y deshilachado, de cabellos muertos y ojos vivos, le pidió una moneda a cambio de una rosa marchita. Tiró su cigarrillo al suelo y un polvillo de fuego se desprendió creando una arco rojo. Mientras le entregaba la flor, el desconocido la miró fíjamente.
- Señora... - le dijo -, se le nota en los ojos una inmensa cicatriz.
Ella lo miró interrogante y, sin saber porque, le contestó.
- Es lo único que me queda.
- Pero aún no ha sanado, le supura. Póngale un parche, que por ese agujero se le puede escapar la vida... y créame, quedarse sin vida y viva es lo peor que le puede suceder.
Angela Becerra (Ella, que todo lo tuvo)