Aquella era una convención de expertos en "comunicación" y a ella, concurrían los más reconocidos comunicólogos del país y del extranjero. Los temas allí tratados, en verdad que eran importantes, pues se referían al aspecto humano del proceso, y sobre todo, lo que ello implica. Podría decirse que de aquella convención, saldrían conclusiones útiles para la paz mundial, tan falta de comunicación, y sobre todo, para la mejor convivencia de los pueblos.
Uno de los más noveles asistentes, sin la gran elocuencia de los demás que eran doctorados en el tema, presentó una breve ponencia en la cual, narraba una pequeña pero aleccionadora historia. La historia dice así:
"…En una junta de padres de familia de cierta escuela, la directora resaltaba el apoyo que los padres deben darle a los hijos. También pedía que se hicieran presentes el máximo de tiempo posible. Ella entendía que, aunque la mayoría de los padres y madres de aquella comunidad fueran trabajadores, deberían encontrar un poco de tiempo para dedicar y entender a los niños.
Sin embargo, la directora se sorprendió cuando uno de los padres se levantó y explicó, en forma humilde, que él no tenía tiempo de hablar con su hijo durante la semana. Cuando salía para trabajar era muy temprano y su hijo todavía estaba durmiendo y que cuando regresaba del trabajo, ya era muy tarde y el niño estaba dormido.
Explicó, además, que tenía que trabajar de esa forma para proveer el sustento de la familia que aunque no era numerosa, deseaba que no les faltase nada indispensable. Dijo también que el no tener tiempo para su hijo lo angustiaba mucho e intentaba redimirse yendo a besarlo todas las noches cuando llegaba a su casa y, para que su hijo supiera de su presencia, él hacía un nudo en la punta de la sábana que lo cubría. Eso sucedía religiosamente todas las noches cuando iba a besarlo. De esta manera, cuando el hijo despertaba y veía el nudo, sabía, a través de él, que su papá había estado allí y lo había besado. ¡Aquel simple nudo era el medio de comunicación entre ellos!
La directora se emocionó con aquella singular forma de comunicarse entre padre e hijo, y se sorprendió aún más cuando constató que el hijo de ese padre era uno de los mejores alumnos de la escuela. El hecho nos hace reflexionar sobre las muchas formas en que las personas pueden hacerse presentes y comunicarse con otros. Aquél padre encontró su forma, que era simple pero eficiente. Y lo más importante es que su hijo percibía, a través del nudo afectivo, lo que su papá le estaba diciendo. Algunas veces nos preocupamos tanto con la forma de decir las cosas que nos olvidamos de lo principal que es la comunicación a través de los sentimientos.
Simples detalles como un beso y un nudo en la punta de una sábana, significaban, para aquél hijo, muchísimo más que regalos o disculpas vacías. Es válido que nos preocupemos por las personas pero es más importante que ellas lo sepan, que puedan sentirlo.
Para que exista la comunicación es necesario que las personas "escuchen" el lenguaje de nuestro corazón, pues, en materia de afecto, los sentimientos siempre hablan más alto que las palabras. Es por ese motivo que un beso revestido del más puro afecto, cura el dolor de cabeza, el raspón en la rodilla, el miedo a la oscuridad.
Las personas tal vez no entiendan el significado de muchas palabras, pero saben registrar un gesto de amor. Aunque ese gesto sea solamente un nudo. Un nudo lleno de afecto y cariño. (Fin de la ponencia)
Al terminar de leer su ponencia, aquel joven comunicólogo se percató del enorme y prolongado silencio del auditorio, pero sobre todo, de la mirada expectante de cada uno de los expertos que ahí estaban reunidos, y se percató además, de que uno a uno, como impulsados por un profundo deseo de admiración y reconocimiento, se fueron levantando de sus asientos para otorgarle la más larga y cálida ovación hasta entonces escuchada. Fueron largos minutos de aplausos, que rompieron por algunos minutos el silencio de la sala, dándose cuenta entonces, que sus palabras habían causado un tremendo efecto en el auditorio.
Tomo entonces de nuevo la palabra para agradecer el reconocimiento recibido, para solicitar permiso de presentar a un ser querido que se encontraba cerca de la primera fila, un hombre mayor con el rostro cansado pero que reflejaba la satisfacción por el éxito de su hijo ante aquella audiencia de expertos. Dijo entonces el joven aquel, -Amigos, les presento a mi padre, quién me enseño que para dar amor y comprensión, no son necesarias mil palabras, sino a veces, un simple nudo en la sábana, pero hecho con amor incondicional.
Jorge Meléndrez
Texto recibido de la lista de correo: El poder de las palabras
Uno de los más noveles asistentes, sin la gran elocuencia de los demás que eran doctorados en el tema, presentó una breve ponencia en la cual, narraba una pequeña pero aleccionadora historia. La historia dice así:
"…En una junta de padres de familia de cierta escuela, la directora resaltaba el apoyo que los padres deben darle a los hijos. También pedía que se hicieran presentes el máximo de tiempo posible. Ella entendía que, aunque la mayoría de los padres y madres de aquella comunidad fueran trabajadores, deberían encontrar un poco de tiempo para dedicar y entender a los niños.
Sin embargo, la directora se sorprendió cuando uno de los padres se levantó y explicó, en forma humilde, que él no tenía tiempo de hablar con su hijo durante la semana. Cuando salía para trabajar era muy temprano y su hijo todavía estaba durmiendo y que cuando regresaba del trabajo, ya era muy tarde y el niño estaba dormido.
Explicó, además, que tenía que trabajar de esa forma para proveer el sustento de la familia que aunque no era numerosa, deseaba que no les faltase nada indispensable. Dijo también que el no tener tiempo para su hijo lo angustiaba mucho e intentaba redimirse yendo a besarlo todas las noches cuando llegaba a su casa y, para que su hijo supiera de su presencia, él hacía un nudo en la punta de la sábana que lo cubría. Eso sucedía religiosamente todas las noches cuando iba a besarlo. De esta manera, cuando el hijo despertaba y veía el nudo, sabía, a través de él, que su papá había estado allí y lo había besado. ¡Aquel simple nudo era el medio de comunicación entre ellos!
La directora se emocionó con aquella singular forma de comunicarse entre padre e hijo, y se sorprendió aún más cuando constató que el hijo de ese padre era uno de los mejores alumnos de la escuela. El hecho nos hace reflexionar sobre las muchas formas en que las personas pueden hacerse presentes y comunicarse con otros. Aquél padre encontró su forma, que era simple pero eficiente. Y lo más importante es que su hijo percibía, a través del nudo afectivo, lo que su papá le estaba diciendo. Algunas veces nos preocupamos tanto con la forma de decir las cosas que nos olvidamos de lo principal que es la comunicación a través de los sentimientos.
Simples detalles como un beso y un nudo en la punta de una sábana, significaban, para aquél hijo, muchísimo más que regalos o disculpas vacías. Es válido que nos preocupemos por las personas pero es más importante que ellas lo sepan, que puedan sentirlo.
Para que exista la comunicación es necesario que las personas "escuchen" el lenguaje de nuestro corazón, pues, en materia de afecto, los sentimientos siempre hablan más alto que las palabras. Es por ese motivo que un beso revestido del más puro afecto, cura el dolor de cabeza, el raspón en la rodilla, el miedo a la oscuridad.
Las personas tal vez no entiendan el significado de muchas palabras, pero saben registrar un gesto de amor. Aunque ese gesto sea solamente un nudo. Un nudo lleno de afecto y cariño. (Fin de la ponencia)
Al terminar de leer su ponencia, aquel joven comunicólogo se percató del enorme y prolongado silencio del auditorio, pero sobre todo, de la mirada expectante de cada uno de los expertos que ahí estaban reunidos, y se percató además, de que uno a uno, como impulsados por un profundo deseo de admiración y reconocimiento, se fueron levantando de sus asientos para otorgarle la más larga y cálida ovación hasta entonces escuchada. Fueron largos minutos de aplausos, que rompieron por algunos minutos el silencio de la sala, dándose cuenta entonces, que sus palabras habían causado un tremendo efecto en el auditorio.
Tomo entonces de nuevo la palabra para agradecer el reconocimiento recibido, para solicitar permiso de presentar a un ser querido que se encontraba cerca de la primera fila, un hombre mayor con el rostro cansado pero que reflejaba la satisfacción por el éxito de su hijo ante aquella audiencia de expertos. Dijo entonces el joven aquel, -Amigos, les presento a mi padre, quién me enseño que para dar amor y comprensión, no son necesarias mil palabras, sino a veces, un simple nudo en la sábana, pero hecho con amor incondicional.
Jorge Meléndrez
Texto recibido de la lista de correo: El poder de las palabras
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